¿Qué es la transmitancia térmica?
Las bodegas de vino y el cálculo de calefacción. - ¿Qué es la transmitancia térmica?
Mi amigo Pedro lleva la cultura del vino en la sangre. Desde que era un crío sus paisajes han sido viñedos y pinares, la meseta castellana y las rojizas tierras de la Aguilera, un pueblo pequeño muy próximo a Aranda de Duero. Donde el vino es algo más que un producto esencial. De él y de su querida familia aprendí bien poco. Por aquel entonces no supe apreciar la cultura del vino. Apenas cuatro vocablos y conceptos que me quedaron grabados más por la tenacidad de mi amigo que por mi interés. Desvastigar, destallar, la capacidad de una cántara, lo que era un garullo y hacer gavillas, la importancia de las lluvias en septiembre y la dureza de la vendimia y la emoción de la fiesta de la recogida.
Lo que sí que me llamó la atención desde siempre fueron las bodegas.
Casi todas las casas de los pueblos de la Ribera cuentan con una. Si no es en la misma casa será en un pequeño teso cercano donde no faltará el merendero con la chimenea.
Esencialmente son agujeros excavados en el suelo que pueden llegar a profundidades cercanas a los diez metros. En ellas se almacena el vino de las cosechas en barricas viejas de roble que curan los vinos de diferentes años. El olor dulzón, a moho y madera, muy característico es la primera sensación que uno recibe al bajar por los rústicos escalones. Lo siguiente que uno percibe es una calidez propia de entraña cuando se baja en invierno cuando fuera arrecia el frío o un frescor de manantial cuando se baja al fondo de la bodega en verano.
Es curioso. Siempre es igual. Siempre me preguntaba el porqué de este fenómeno.
Cuando empecé a estudiar termología que es la parte de la física que estudia los fenómenos de transmisión de calor empecé a atar cabos.
Existen materiales que transmiten muy bien el calor (como metales, cobre, aluminio, hierro…) y otros que no lo hacen en absoluto (madera, corcho, lana de roca, fibra de vidrio, poliestireno expandido, espumas de poliuretano…).
Los fabricantes de materiales aislantes lo saben muy bien y dan un lo llaman “transmitancia termica” (y lo representan con una U).
La transmitancia la miden en Kcal/hm2ºC (o también en W/m2ºC) y cuanto más pequeño sea el valor mejor aislante será. En realidad viene a medir la cantidad de kilocalorias por hora que deja pasar un metro cuadrado de material por cada grado centígrado de diferencia de temperatura entre sus caras.
Enseguida me di cuenta de que el valor de la transmitancia del suelo o de material rocoso no era especialmente bueno como aislante. Las paredes de ladrillo o de piedra no son especialmente buenas como aislantes. A no ser…
Bueno, a no ser que tengan gruesos superiores al metro. Una pared de metro y medio de espesor de una típica casona solariega de las que se construían en el pasado puede compensar esa mala característica y ser buena aislante.
De hecho uno se da cuenta enseguida de que una bodega de vino no es más que una construcción con muros de espesor de ¡más de diez metros!
Y por esto no existe transmisión de calor en absoluto y eso es lo que el vino necesita para su reposo: temperatura constante.
En una bodega de vino el calor del verano no penetra en su interior. A partir de 20m de profundidad se tiene una temperatura constante de unos 10ºC
En invierno tampoco se escapa el calor de la misma, el grueso de sus “paredes” lo impide.
Otra cosa es nuestra sensación térmica cuando pasamos del calor agobiante del verano al frescor de la bodega o del frío intenso del invierno a la temperatura agradable de la misma.
Calcular una calefacción en un edificio es un proceso muy sencillo. Consiste en conocer las medidas y las características de sus cerramientos (paredes, techos y suelos, ventanas…) para poder calcular el calor que pierdo cuando deseo tener digamos una temperatura interior de 22ºC y fuera tengo unos 2ºC
Si soy capaz de estimar el valor de las Kcal/h que pierdo en una situación de frío invernal por cada cerramiento podré sumar las kcal/h totales y así obtener todas las pérdidas de calor que se producen.
Y no tiene más secreto: si pierdo 8.000 kcal/h en total tendré que buscar e instalar un sistema de calefacción que sea capaz de aportar esas 8.000 kcal/h ni más ni menos.
A no ser que se desee calefactar una cueva o una bodega. No os molestéis en calcular. El resultado será cero.
Además el calor del vino hará innecesario cualquier calefacción. Únicamente un pequeño vasito servido por el bodeguero entona lo suficiente para olvidar el frío.
Espero que os haya gustado,
Autor: |
Oscar Gacho Ingeniero Industrial Profesor en CTEEP |
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